Se cumplen ya tres años desde la entrada en funcionamiento de la instalación que procura un complemento a la dieta de la numerosa colonia de aves carroñeras que se establece en los cantiles de las cabeceras de los ríos Henares, Salado y Dulce, en la comarca de Sigüenza. Estas instalaciones son conocidas popularmente como muladares, en alusión a los lugares donde antiguamente se depositaban los cadáveres de las caballerías muertas.

La instalación se abastece de los restos de animales muertos en las explotaciones ganaderas de la comarca seguntina, que tras pasar los pertinentes controles sanitarios se incorporan de forma controlada a la cadena trófica animal. El abastecimiento es aleatorio en el tiempo, sin una pauta establecida, y en función de la disposición de los restos. De esta manera se consigue una mejor distribución ecológica y biológica de las especies carroñeras de la zona, ya que no se vincula o artificializa su existencia a un único punto de alimentación seguro y permanente. Esta estrategia compensa y permite establecer una pauta normalizada al desarrollo demográfico de estas aves, sin procurar explosivos incrementos de población a corto plazo, al disponer de una gran cantidad de alimentación, y que a medio-largo plazo no sea suficiente para alimentar a toda la población sustentada y dependiente del mismo, creando con ello insostenibilidades ecológicas que puedan derivar en ataques a ganado vivo o epizootias inter e intra específicas.
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