El hábitat del corzo en los bosques de Sigüenza

GONZALO CARPINTERO LAGUNA - Ingeniero Técnico Forestal
Articulo publicado en Anales Seguntinos nº 10 (1994)

Este pequeño cérvido de aire gracil, protagonista de cuentos y peluche de niños, se asoma ante los ojos de los visitantes de nuestro pinar. Paseantes, caminantes, vigilantes y cazadores, ven aparecer en su paseo unas veces y al final de su búsqueda en otras, al tímido bambi.

Las lineas escritas a continuación, pretenden ser una breve explicación del aumento en la población de este animal en el bosque de nuestra ciudad.

El Capreolus capreolus L. pertenece a la Clase Mamíferos, Orden Artiodáctilos, Familia Cérvidos. Detodas las subespecies europeas, España cuenta con una subespecie ibérica autóctona, Capreolus capreolus L. ssp. canus.

En Europa, el Capreolus aparece en el mioceno inferior, con unas pequeñas cuernas simplemente bifurcadas o trifurcadas y sin anillo basal, lo que hace suponer que eran permanentes. En el mioceno medio aparecen formas con cuernas como las precedentes, pero con anillo basal, lo que permite deducir que eran ya caducas. Tales formas se pueden considerar como las ancestrales del corzo actual, cuya aparición se remonta a eras cuaternarias.

Natural de los bosques euroasiáticos, en la Península Ibérica, el corzo estuvo muy difundido durante el pleistoceno y se le encuentra en la mayoría de los yacimientos antropozoicos, asociado con todo el resto de la fauna cuaternaria. Sin embargo, falta por completo en las islas adyacentes a nuestro pais.

Actualmente en la península, su población está fragmentada según parches geográfios que coinciden en general con sistemas montañosos poco humanizados, así, va desde la costa asturiana hasta la sierra de Algeciras, aunque falta por toda la franja levantina y Cataluña y está poco extendido en los Pirineos. En las montañas del Norte (Cordillera Cantábrica, Montes de León, Serras do Cauel y da Estrela y Sistema Ibérico), es donde la especie ocupa una superficie continua más amplia, y a la par, alcanza las mayores densidades conocidas hasta ahora.
  
La zona de estudio considerada es la masa de pinar situada al Noreste de Sigüenza, en los términos de Barbatona, Guijosa, Cubillas del Pinar, Alcuneza, Bujarrabal, Estriégana y el propio Sigüenza, con una extensión de alrededor de 2.600 Has.

La primera cita de la especie data de 1985 según la guardería forestal, y de dos o tres años antes según observadores y amantes de la fauna del pinar.

Dado el ambiente cinegético en el que nos movemos, no es necesaria una descripción detallada de la morfología del corzo, pero si unos pequeños datos que nos van a servir para tener un conocimiento de su comportamiento y alimentación.
   Longitud cabeza y tronco: ente 100 y 135 cm.
   Altura en cruz: unos 75 cm.
   Peso: ente 15 y 30 Kg.
   Aparición de las cuernas: Marzo y Abril.
   Gestación: cinco meses y medio.
   Época de parto: Mayo.
  
El corzo es considerado un animal de bosque, en mucha mayor medida que si lo comparamos con el ciervo.Todo en la anatomía del corzo revela su perfecta adaptación al cambiante mundo de las plantas. Su pequeña talla, que le permite ocultarse facilmente en el sotobosque; su cuerna reducida, que no se enreda en la maleza; sus orejas, proporcionalmente más grandes que las del ciervo -porque en el bosque proporcina más información un buen oido que una vista aguda- y, sobre todo sus patas posteriores mucho más largas que las anteriores, gracias a las cuales puede progresar a saltos franqueando limpiamente los obstaculos en forma de árboles caídos o maleza tupida que se presenta en su camino, son adaptaciones para la vida en el bosque.

Nuestro bosque crea un ambiente adecuado para el desarrollo del corzo por dos razones principalmente, en primer lugar por la cobertura del hábitat , o dicho más coloquialmente, por su espesura. Esta condiciona la disponibilidad de refugio, teniendo en cuenta la importancia de este rasgo fisionómico como amortiguador de las oscilaciones térmicas y la innivación durante los meses fríos, y promotor de escape y ocultamiento protector.

En la parte de bosque conocida como «Pinar de Sigüenza», que sostiene una vegetación arbórea en forma de masa pura de pino resinero (pinus pinaster Ait.), con una fracción de cabida cubierta completa, incluso en algunos rodales trabada, procura esa cobertura necesaria, pero sin una continuidad vertical de la vegetación, salvo en las zonas de vados y barranqueras, que por el mantenimiento de la capa freática hay crecimiento de vegetación ripícola arbustiva y matorral, que sí crean esa continuidad vertical escasa en las ladeal del pinar.

Adentrandose en los pinares de Guijosa y Bujarrabal, incluso en zonas del de Barbatona, la aparición de la vegetación titular del terreno perteneciente en mayor medida a la serie supramediterranea castellano-maestrazgo-manchega basófila de Quercus rotundifolia o encina, de vegetación potencial encinares, y en menor proporción a la serie supra-meso mediterranea castellano-alcarreñ-manchega basófila de Quercus fagínea o quejigo, de vegetación potencial quejigares (según S. Rivas Martínez) que junto con la masa del pinar, crean una transición a la masa mixta, la cual va a procurar un mejor aprovechamiento del espacio aéreo de la vegetación, lo que se traduce en mayor espesura y ésta en mayor cobertura para el hábitat del corzo.

En segundo lugar tenemos la productividad, de tal manera que -la biomasa vegetal consumible determina la cantidad de animales que pueden nutrirse y su condición física, cualidad que a su vez influye sobre la fertilidad y la supervivencia- (CAUGHLEY, 1978; BAILEY, 1984; LOUDON,1987).

La mayor dificultad práctica estriba en evaluar correctamente la productividad como resultado de medidas de producción en varios años consecutivos.

El corzo es un animal muy delicado en su dieta, acostumbra a comer de noche y a rumiar de día. Necesita diarimente una cantidad de alimento correspondiente al 4-5% de su propio peso, lo que se traduce en alrededor de 1 Kg. por día para los machos adultos y las hembras en período de gestación, y de 0,8 Kg. para las hembras y machos jóvenes.

La hierba representa un elevado porcentaje en su ingesta diaria, alimentandose también en la primavera de brotes tiernos y yemas de chopos, sauces, saúcos, robles e incluso pinos. En otoño busca frutos, bellotas y hongos, y en invierno aprovecha la hiedra, el merdago; las hojas de encina y roble, y cuando el bosque no tiene nada más que ofrecer, descoteza arbolillos de toda clase.

Nuestro bosque posee diversas comunidades de vegetacion, cada una con una carga productiva variable, como son:
1.- El pinar, considerando como tal a las laderas. Es de escasa productividad alimenticia en cuanto a pasto se refiere, únicamente pueden encontrarse matorraledas y lastonares de mala calidad. Su aportación a la dieta del corzo se reduce casi a los hongos otoñales.

2.- Las zonas de valle y baranqueras del pinar. Hay aparición de formaciones arbustivas riparias formadas por majuelos (Crataegus monogyna Jacq), rosales silvestres (Rosa sp.), zarzamoras (Rubus sp.), brecinas (Calluna vulgaris Hull.), donde se crea un pasto embastecido, que se agosta en verano y poco palatable para el corzo.

3.- Zonas de praderas cenagosas, inundadas temporalmente como consecuencia del abandono de antiguas canteras, como pueden ser el caso de «los arenales» o las de Bujarrabal. Estas pertenecen a los órdenes Phragmtetalia y Plantaginetalia, con géneros indicadores como Mentha sp., Carex sp., Agrostis stolonífera, etc... que crean un pasto de pequeña extensión, poco palatable, de pequeña producción (menor de 0,5 Tn/ha año) e idóneo para ganado mayor. Este supone una parte elevada en la dieta del corzo, al coincidir el alimento y el agua en una misma localización.

4.- Rodales con alto porcentaje en quercíneas, ya sean la encina (Quercus ilex L. ssp. rotundifolia), el quejigo (Quercus faginea Lamk.) o rebollo (Quercus pyrenaica Willd.). Estas favorecen la aparición de un pasto más denso y apetecido por los cérvidos, con géneros como Festuca sp., Avena sp., Koeleria sp., etc... Son las zonas en que el corzo se alimenta con mayor frecuencia.

5.- Zonas claras, bordes del bosque y colinas cercanas, en las que podemos encontrar los comunmente llamados pastos pioneros y cerrillares pertenecientes a las órdenes Thero-Brachypodietalia y Centaureo-Brachypodietalia, con una producción grande (unas 20 Tn/ha. año), agostantes en verano, con especies vivaces típicas como: Anthyllis vulneraria L., Dactylis glomerata L., Hippocrepis unisiliquosa, Echinaria capitata, Bromus rubens, Medicago polymorpha L., ...

Una vez fijada la cuantia de producción primaria al alcance de los pequeños cérvidos en cada uno de los tipos de vegetación diferenciados en nuestra mancha de bosque, la cantidad de individuos que puede albergar desde la óptica puramente trófica es determinable por medio de una relación entre el alimento estival disponible y la densidad potencial, a través del tamaño de las áreas defendidas por los machos establecidos y las hembras reproductoras. BOBEK (1978), halló una estrecha correlación entre la biomasa vegetal consumible por los corzos en los bosques y su abundancia por unidad de superficie, y LOUDON (1987), muestra por su parte, como la extensión del territorio no está condicionada por la densidad de población.

Para establecer el espacio vital al alcance de cada uno de estos cérvidos de una manera más rigurosa, habría que desarrollar una línea de investigación básica, en el conocimiento de la producción primaria de nuestro bosque.

Evitando este estudio pascícola, imprescindible para una buena gestión, se puede hacer una búsqueda empírica de la relación entre la producción primaria y la superficie del área territorial en primavera. Esta viene influida también por otros factores ajenos a las condiciones naturales de su hábitat, que modulan su potencialidad productiva. Los dos más destacables son la presencia de otros ungulados, sean silvestres o no, y los disturbios regulares de causa humana.

La densidad de herbívoros silvestres análogos como el ciervo (Cervus elaphus), el gamo (Dama dama),... es un componente clave a tener en cuenta. En nuestro caso no se conocen citas de estos cérvidos en la zona, por lo que el corzo ve potenciada su superficie territorial a toda la extensión del bosque. Únicamente el jabalí (Sus scrofa) solapa sus territorios con los del corzo, pero la influencia en el hábitat de éste no es conflictiva ya que no posee el sentido territorial de los cérvidos y tiene un tipo de alimentación sensiblemente distinta.

El ganado doméstico es otro componente a tener en cuenta para el conocimiento de abundancia potencial corzuna. La equivalencia aproximada de carga herbívora es, según BOISAUBERT y BOUTIN (1988), veinte corzos a una vaca o caballo y dos y medio a una oveja o cabra, o que significa que en muchos lugares el espacio y la vegetación pueden estar sometidos a mayor presión por parte de las razas domésticas, relegando a los ungulados silvestres a una posición marginal en el destino de la producción primaria.

Particularizando en nuestra mancha de bosque, tenemos tenemos que en el Pinar de Sigüenza hay establecida una caga pastoral de 275 cabezas de ganado lanar, que apenas entran en el interior, pastoreando por las lindes. En las demás zonas, es muy poco frecuente la presencia de ganado por las zonas interiores del bosque, de lo que se puede deducir que éste no afecta al hábitat del corzo o lo hace en muy pequeña medida.

En cuanto a presencia humana por el bosque, dejo de ser constante y regular cuando se abandonó la explotación resinera de los pinos, sobre el año 1975. Durante un período de unos diez o quince años, en el bosque se gozó de una calma más o menos acusada dependiendo de las épocas. Esto favoreció la entrada del corzo en un principio, y su posterior asentamiento después.

El desarrollo del corzo en un área concreta tiene un condicionante más, que es su gran sentido territorial, sobre todo durante la estación reproductora. El naturalista inglés Richard Prior comprobó que la extensión de los territoros estabán en relación directa con el tamaño de su poseedor, de forma que cuanto mayor era el animal, más extensa era la superficie por él ocupada, mientras los más pequeños no podían acaparar más que una pequeña parcela.

Así, el número de corzos y el desajuste que crea en la nomal evolución del ecosistema, está en relación inversa con el vigor de los individuos, y la mejor manera de controlar la población y la especie, consiste no en una matanza indiscriminada, sino en eliminar a los de menos tamaño.

Otros estudios realizados por L. COSTA (1992) establecen la conveniencia de extraer al año entre un 25 y un 40% de los efectivos de una zona si se busca sostener el nivel demográfico y ejercer una prevención adecuada de los riesgos que estos animales encarnan para la gestión técnico-selvícola, siempre y cuando la población esté próxima a la acogida potencial del hábitat, la fertilidad se encuentre en valores habituales para la especie y la incidencia de la predación sea escasa.

En concordancia con ello, el aprovechamiento cinegético en otros países oscila entre el 8 y el 70% de la densidad y en casi todos supera el 20%, por supuesto cubriendo los cupos con animales de ambos sexos y todas las clases de edad.

Entrelazando estos factores intrínsecos del bosque comentados, con la gran expansión demográfica del corzo, provocada en gran medida por la ausencia de predadores, sobre todo el hombre, ya que fué especie protegida y ahora regulada cinegéticamente, podemos obtener el porqué de la presencia de este cérvido en nuestro bosque.

Desafortunadamente, el asomo de este pequeño cérvido ante nuestros ojos es menor de lo normal si atendieramos a su crecimiento demográfico, ya que desde el comienzo de la década de los noventa, los disturbios antrópicos en el pinar se han hecho más regulares, sobre todos aquellos que provocan un impacto acústico como vehículos todo terreno o motocicletas. Impacto que curiosamente alcanza su máximo en la estación que más daño provoca, la época de reproducción.

El hombre, como único predador actual posible del corzo, debe respetar ordenadamente lo que a la constante evolución de la naturaleza le cuesta recuperar de la inconsciente colonización humana, en nuestro caso, el regreso de los mamíferos silvestres a nuestro bosque.

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